
1. Levantarse de la cama: La primera gran batalla del día
El despertador suena, y para Sofía, ese sonido significa una sola cosa: la primera batalla del día ha comenzado. Levantarse de la cama, un acto que para muchos es rutina, se convierte en una hazaña épica cuando tienes párkinson. Entre las sábanas enredadas y sus músculos rebeldes que deciden no cooperar a la primera, el esfuerzo de salir de la cama es todo un desafío.
Sofía empieza con su habitual técnica de "rodar hasta el borde". Pero, claro, su cuerpo hoy tiene otros planes: su pierna izquierda parece haberse convertido en un ancla, mientras que la derecha se mueve con la gracia de una marioneta controlada por alguien con poca práctica. Después de varios intentos fallidos y con mucho resoplido, finalmente logra sentarse en el borde de la cama, victoriosa.
Pero sabe que esta es solo la primera prueba del día. El gimnasio la espera, pero la batalla aún no ha terminado…
2. Vestirse :La lucha titánica contra la lycra
El segundo reto de la mañana aparece cuando Sofía se enfrenta a sus leggings y su top deportivo. Ahí están, inofensivos, esperando el momento perfecto para demostrar su verdadero carácter: ser la versión moderna de una camisa de fuerza.
Ponerse los leggings no es tarea fácil en circunstancias normales, pero con párkinson, la tarea es todo un reto. Mete una pierna con éxito, pero la otra parece tener vida propia e intenta sujetar el elástico que parece empeñado en no cooperar. Los temblores le juegan malas pasadas, y cada vez que logra avanzar unos centímetros, los leggings parecen retroceder. Tras lo que parece un combate cuerpo a cuerpo, logra que la tela ceda y finalmente lo consigue,¡estoy dentro!.
Y luego está el top deportivo. Ah, ese pequeño trozo de tela, enemigo silencioso que parece tan inofensivo cuando lo ves en el cajón, pero que te convierte en un verdadero contorsionista cuando intentas ponértelo. Sofía,con el pelo ya recogido en una coleta, agarra el top. Mete un brazo, luego el otro… y ahí empieza el desastre. El top, claramente más pequeño de lo que parecía cuando lo compró, se niega a pasar por su cabeza.
De pronto, se encuentra atrapada. El top no pasa ni retrocede. Está a medio camino, estrangulándola suavemente, mientras sus brazos quedan levantados en una posición que recuerda a un espantapájaros en medio de un campo. Tras varios intentos de liberarse, intentando no perder la dignidad, logra con esfuerzo meter la cabeza por el agujero correcto, el top finalmente cede. Sofía, victoriosa, respira hondo, como si hubiera terminado una maratón antes de siquiera haber salido de casa.


3. Las zapatillas: El combate final, los cordones
Vestida (más o menos) y con un suspiro de alivio, Sofía se enfrenta a su siguiente reto: las zapatillas. Ahí están, esperándola como si fueran los guardianes de un tesoro. "Solo hay que ponérselas y atarse los cordones, no puede ser tan difícil", se repite, con optimismo. Error.
Primero, el temblor en sus manos decide intensificarse justo cuando intenta sostener el primer cordón. Logra meter el pie, pero hacer el lazo parece una tarea más compleja de lo que debería. Cada vez que sus dedos intentan hacer la lazada, el temblor hace que el cordón se escape, como si estuviera vivo. Después de varios intentos fallidos y algún que otro resoplido de frustración, Sofía opta por una nueva estrategia: "Quizás si solo hago un nudo, ya vale". Finalmente, el cordón queda más o menos atado, aunque un poco suelto.
Con la segunda zapatilla, la escena se repite, pero Sofía no se rinde. Sentada, luchando contra sus propios dedos, finalmente consigue atar el lazo. Los cordones quedan enredados, pero funciona. Y se levanta, tambaleándose un poco pero con la satisfacción de quien ha completado su misión.
Ya ha gastado más energía en vestirse que lo que va a quemar en el gimnasio. Pero si ha llegado hasta aquí, ya nada la detiene.
4. El final: La victoria épica
Tras una mañana digna de héroes, Sofía regresa a casa después del gimnasio. El entrenamiento en sí no es la gran historia: algunas pesas, un poco de cardio, y mucho esfuerzo. Pero la verdadera gloria viene cuando, ya en casa, se deshace de su ropa deportiva empapada. Ahí es donde empieza la última batalla.
Quitar el top sudado, que ahora parece haberse fusionado con su piel, es una lucha interminable. Tira de él, pero se aferra a su cuerpo como si tuviera una misión secreta: asfixiarla lentamente. Y los leggings… bueno, los leggings ya ni se mencionan, están pegados como una segunda piel. Con paciencia (y tras algún que otro juramento), Sofía finalmente se libera de ellos.
Agotada pero con una sonrisa de satisfacción por haberlo logrado: vencer a la lycra, atarse las zapatillas, sobrevivir al entrenamiento y conseguir desvestirse, todo con párkinson piensa, ¡es un triunfo!
Y así, Sofía, lista para saltar a la ducha (el siguiente asalto) sigue sumando pequeñas batallas ganadas. Porque con párkinson, cada victoria, por pequeña que sea, es digna de una ovación.

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Comentarios
😅💪👊
Así es!!!
Motivación y esfuerzo
Tu puedes👍🏼
Con humor la vida sabe mejor 🥰
Ufff me he sentido completamente identificada con Sofía. Cada mañana una guerra con las mallas, sobretodo con la ropa deportiva después de terminar una clase del gym...
quien se la quita toda apegadita del sudor ???
Por no hablar de cuando vas de tiendas y entrar al probador, aquí me apoyo allá voy justo al espejo y tu por dentro te vas diciendo un día de estos me va a caer un espejo encima o el perchero.. solamente sabe de lo que hablo si lo estás pasando. Pero así y todo no se nos quitan las ganas de levantarse de la cama y a ver hoy que aventura nos pasa..
Sofía no dejes de escribir... y compartir tu día a día...
😂😂😂😂Me da risa, pero me siento completamente identificada. Voy a pilates a las siete de la tarde y mi amiga a las cinco me dice “Edu vete preparando “.Cuando termine la clase y me tengo que poner las zapatillas, me quedo sola y la gente me dice “te quedas a la siguiente clase? “Y yo luchando con mis zapatillas y cordones. En fin, poco a poco…