El Movimiento es Vida: una Mirada Personal Sobre el Deporte y el Párkinson

Publicado el 29 de mayo de 2025, 19:30

Cada persona transita la enfermedad de forma distinta. No hay un único camino ni una única manera de enfrentar el malestar. Lo que para unos es alivio, para otros puede ser inalcanzable o incluso frustrante. Y eso está bien. Lo importante es no olvidar que, en medio de todo, cada uno tiene el derecho —y en algunos casos, el deber— de compartir su experiencia si con ello puede aportar luz o aliento a otros.

 

 

Hace unos días, alguien me cuestionó por hablar abiertamente del impacto del párkinson en mi vida, sugiriendo que mi aspecto no reflejaba el sufrimiento que decía sentir. Entiendo que desde fuera puede parecer que quien se mueve, sonríe o entrena está “bien”. Pero esa es una visión superficial, que desconoce las batallas diarias, invisibles, que muchas personas libramos

 

 

 

Llevo más de una década conviviendo con el diagnóstico. Y si hoy puedo seguir adelante con energía, con movilidad y con ganas, no es porque el párkinson me haya tratado con más suavidad que a otros. Es porque el ejercicio físico ha sido mi gran aliado. Lo ha sido siempre, incluso mucho antes de que apareciera la enfermedad.

Desde muy joven, el movimiento formó parte de mi identidad. Practiqué karate, hice motocross, fui bailarina, entrenadora de natación, y también encontré en el yoga una forma de conexión y equilibrio. No eran solo actividades físicas: eran formas de habitar mi cuerpo, de fortalecer mi mente y de conectar con la vida. Por eso, cuando llegó el diagnóstico, el deporte no fue una opción nueva que decidí probar. Fue, más bien, una herramienta que ya conocía profundamente y que decidí no soltar.

 

Sin embargo, hubo un momento en el que mi cuerpo se quebró por completo. Llegué a pesar solo 42 kilos. No podía andar. No podía hablar. Tuve que empezar, prácticamente, desde cero. Y en ese punto tan extremo, donde parecía que no quedaba nada, fue precisamente el movimiento lo que me ayudó a volver a construirlo todo. Paso a paso, músculo a músculo, palabra a palabra. El ejercicio dejó de ser una práctica y se convirtió en una forma de sobrevivir. Y luego, poco a poco, en una forma de vivir.

  2017.                                             42kg.           

 

Moverme me ha devuelto capacidades. Me ha recordado que, incluso en los días más duros, todavía puedo hacer algo por mí misma. Pero no nos engañemos: requiere un esfuerzo inmenso. No es fácil levantarse con rigidez o dolor y aun así comprometerse con una rutina. No es cómodo entrenar cuando el cuerpo parece resistirse a cada paso. Pero en esa incomodidad también hay libertad. Porque elegir moverse, elegir cuidarse, elegir persistir… es una forma de no rendirse.

         2025.                              56kg. 

 

 

Sé que es más sencillo —y perfectamente comprensible— ceder al papel de “enfermo”, sentirse víctima, justificar el malestar desde ahí. Todos hemos estado en ese lugar en algún momento. Pero que alguien elija ese camino no invalida el de quienes decidimos pelear cada día por nuestra calidad de vida. No deberíamos sentir culpa por lograr bienestar. No se trata de competir ni de demostrar nada. Se trata de vivir con dignidad, a nuestra manera.

 

 

Cada cuerpo y cada historia son únicos. Yo solo puedo hablar desde la mía. Y si compartirla sirve para inspirar a una sola persona a moverse, a intentarlo, a no rendirse… entonces este testimonio ya cumple su propósito.

 

 

 

 

El párkinson me acompaña, pero no me define. Lo que me define es la pasión por el movimiento, la decisión de seguir adelante, y la certeza de que, mientras me quede fuerza, seguiré apostando por la vida activa. Porque el movimiento, para mí, no es solo salud: es libertad, es identidad, es resistencia.

Y tú, ¿forma la actividad física parte de tu rutina diaria?

Añadir comentario

Comentarios

Todavía no hay comentarios